Orson Scott Card (1951), se ha convertido por derecho propio en un gigante de la ciencia ficción moderna, gracias al universo de "El Juego de Ender". Sin embargo, también su obra de fantasía, encabezada por la saga de Alvin Maker, resulta más que destacable. Por si eso no fuera poco, sus relatos cortos merecen una especial atención, pues de ellos han derivado versiones más largas publicadas como libro.
Este es el caso de "Niños perdidos", publicado originalmente en 1989 y recogido dentro del primer tomo de la recopilación "Mapas en un espejo", y en 1994 en forma de libro independiente. De muy difícil clasificación, tal como el propio Card dice, es el relato más autobiográfico y desgarrador de cuantos ha escrito. Siguiendo la estela de Stephen King, la mayor parte del libro no muestra nada especialmente preocupante per se, pero poco a poco nos va generando una sensación de constante inquietud.
Situada a finales de los años ochenta, la trama sigue a la familia Fletcher, de fe mormona, mudándose por cuestiones laborales a otro estado con sus tres hijos menores. Card aprovecha la obra para explicar a los profanos la organización de la Iglesia y su funcionamiento interno, pero quitando el componente religioso de la obra, que tampoco resulta problemático ni un ejercicio de proselitismo, lo que nos encontramos es una familia intentando adaptarse a un entorno nuevo y, en ocasiones, hostil.
El hijo mayor parece tener mayores dificultades de adaptación, pues ya le costó en su anterior hogar hacer amigos en el colegio, y los inicios en su nueva escuela no parecen ser muy prometedores, sufriendo acoso instigado por una profesora. A resultas de lo anterior, parece encerrarse en sí mismo y tener amigos imaginarios, cuyo número aumenta con el tiempo. Esto preocupa a los padres, quienes se ven muchas veces en la disyuntiva de saber que su hijo no miente, pero la verdad resulta casi más difícil de aceptar.
Su nueva comunidad, una vez se rasca tras la superficie aparentemente amable, no deja de mostrar luchas de poder, comportamientos mezquinos, enfermedades mentales y pederastas encubiertos, pero también comportamientos generosos y honestos. Card entreteje con paciencia una historia en que, quien parece más inofensivo, resulta ser un monstruo, responsable de las desapariciones de niños en la localidad.
Sobre el componente autobiográfico, un detalle importante es el nacimiento de un nuevo hijo con parálisis cerebral, tal como realmente le ocurrió a Card, que falleció finalmente a los 17 años. La fe mormona les ayuda a aceptarlo y acogerlo en su seno. También resulta importante la actitud relativamente liberal respecto a muchas cuestiones, incluyendo la propia creencia mormona, si bien no hay que olvidar que Card tiene sus propias opiniones sobre la homosexualidad, que distan mucho de ser positivas, pero que no quita valor a su obra.
El final resulta francamente conmovedor, tras un inesperado giro en la historia, que pone todos los hechos en su sitio.
¿Habéis tenido la oportunidad de leerlo?
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