Orson Scott
Card es un autor singular. De algún modo, todos los escritores de
ciencia ficción lo son, por sus trasfondos particulares, manías y
creencias; si bien es el único caso que me viene a la cabeza de
escritor mormón practicante de este género.
La
influencia de la religión en las obras que se desarrollan en el
mundo de El juego de Ender puede
no ser especialmente clara de inicio, aunque de modo sutil se aprecia
en el detalle con que se centra en los sentimientos, las motivaciones
y las consideraciones éticas de los personajes; sus interrelaciones
personales y las reflexiones sobre la trascendencia de las acciones
humanas; y la búsqueda del bien común, pero con respeto del libre
albedrío.
La
Saga del Retorno, con sus
cinco volúmenes, va un paso
más allá. Resulta
complicado discernir si nos encontramos ante una historia bíblica
aderezada por componentes tecnológicos o una historia de ciencia
ficción en sentido estricto (dada la variedad dentro del género,
eso es todo un logro). También, aunque sea norma general situar la
acción de las obras en el futuro, las cifras que usa Card dan
verdadero vértigo; donde la mayoría de escritores se contentan con
unos pocos cientos o miles de años en el futuro cercano, él pasa a
los millones.
Cuarenta
millones de años atrás, los humanos abandonaron la tierra, asolada
por diferentes cataclismos y conflictos. Algunas de las naves
llegaron a un planeta situado a 100 años luz, al que se le dio el
nombre de Armonía. Los colonos originales dejaron en órbita una
completa red de satélites y una inteligencia artificial con
capacidad de influir en las personas, para limitar el desarrollo
tecnológico con intenciones destructivas y
evitar que lo que quedaba de la humanidad se autodestruyera antes
haber alcanzado un nivel de desarrollo moral que hiciera innecesario
este control. Tras ese inmenso periodo de tiempo, una parte
importante de los satélites y los equipos de la inteligencia
artificial comienzan a fallar. Sintiéndose ésta incapaz de cumplir
adecuadamente con su cometido, se siente obligada a reclamar la ayuda
del misterioso guardián de la tierra.
Aquí
es donde comienza la parte bíblica. Un grupo de personas, la mayoría
de ellas familia, más sensibles a la
influencia de la inteligencia
artificial, a la que llaman Alma Suprema y consideran inicialmente
como la voz de Dios, reciben
mensajes, sueños y visiones, no siempre comprensibles o con sentido
aparente, pero que en última instancia les impulsa a un viaje largo
e incierto, que tiene como
destino final la tierra. Las
penalidades que sufrirán tendrán más que ver con los conflictos al
interno de la pequeña comunidad familiar que de terceros.
El
tono de los diálogos y su contenido parece, y de hecho está, tomado
de los textos sagrados mormones. Huele a Antiguo Testamento, la parte
más terrible y escatológica, que no escatima en muestras de horror
humano y la presencia de un Dios vengativo. A lo largo del libro, los
más bajos sentimientos de envidia, celos, deseo de humillar;
torturas, asesinatos y manipulaciones para obtener el poder;
convivirán con muestras de amor filial, voluntad de paz ante el
enemigo (contra el que no se tiene sentimientos de animadversión) y
actos aparentemente milagrosos en favor de los justos.
Al
igual que en el universo de El juego de Ender,
el tratamiento que hace de las luchas de poder y el cambio de
lealtades en favor de una postura u otra es magistral. Refleja el
dinamismo de las cambiantes relaciones interpersonales y grupales
como nadie. Sus personajes pueden ser aparentemente débiles, estar
en franca minoría o gozando de un poder (casi) absoluto, pero buscan
en todo momento ganarse el respeto de sus semejantes, más que
obtener la obediencia a través de la coacción y el temor. Como reza
un antiguo dicho: uno puede hacer de todo con una bayoneta, excepto
sentarse en ella. Es decir,
ninguna fuente de poder duradero puede provenir del uso de la fuerza.
Cierto es que la fundamentación para esta conducta virtuosa (y de
sentido común si nos ponemos a pensarlo) es religiosa: cumplir los
designios de un ser superior, al que no se llega a calificar de Dios.
A pesar de su innegable poder, la influencia del Alma Suprema y el Guardían de la Tierra sobre los seres humanos intenta ser la menor posible. De hecho, con la suficiente fuerza de voluntad es posible oponerse, lo que refuerza el mensaje del libre albedrío: todos somos responsables de nuestras acciones y tenemos derecho a equivocarnos. Card nos aleja de un universo determinista y nos recuerda qué nos hace humanos.
A pesar de su innegable poder, la influencia del Alma Suprema y el Guardían de la Tierra sobre los seres humanos intenta ser la menor posible. De hecho, con la suficiente fuerza de voluntad es posible oponerse, lo que refuerza el mensaje del libre albedrío: todos somos responsables de nuestras acciones y tenemos derecho a equivocarnos. Card nos aleja de un universo determinista y nos recuerda qué nos hace humanos.
Las
causas sociales son una preocupación para el autor, que refleja en
el texto. A la llegada a la tierra, los
colonos se muestran ya divididos en dos protonaciones, que pronto se
separarán de modo traumático. Los humanos encuentran en el planeta
dos especies de mamíferos inteligentes (que han desarrollado
lenguajes y cultura), una subterránea y otra aérea, quedando ellos
como la gente del medio. La convivencia no siempre será fácil y
Card la utilizará como una reflexión acerca del racismo, la
segregación racial y la intolerancia; la
capacidad casi infinita del hombre para crear nuevas divisiones
artificiales que nos separen. Tampoco
se quedará callado ante los abusos de la religión o, más bien, los
usos abusivos de los que puede ser objeto el poder religioso,
mediante la manipulación de la historia y los propios textos
sagrados, cuando la escritura y el acceso al conocimiento se
encuentra restringido por razón del nacimiento o la clase social.
En
relación a la sexualidad, el lector habitual de obras de Card se
habrá dado cuenta ya que ésta es descarnada y sin ambages. Como
mínimo, el puritanismo que aqueja a muchas corrientes cristianas se
encuentra ausente en él. La juventud de algunas de las parejas de la
obra, virtualmente adolescentes, no les quita madurez para comprender
los deberes inherentes al matrimonio y la igualdad entre sexos. Este
es un punto importante: sus personajes femeninos no son meramente
decorativos ni viven resignados a su suerte. Destacan por su
habilidad, coraje, inteligencia, capacidad de escucha y
para tomar decisiones (e influir en las de otros).
Si
existen buenas razones para leer
a Card, una es
saber que nunca encontraremos personajes planos y sin matices, que
siempre nos dejará un sabor de boca agradable y nos hará más
conscientes de la complejidad y naturaleza dinámica y cambiante de
las relaciones interpersonales. No
menos importante, las páginas se suceden con fluidez, aunque la
acción en sí pueda ser aparentemente lenta y con poca enjundia,
porque el lector vive la historia y se mete en la psique de los
protagonistas.
Grq ias por tomar el tiempo de escribir esta publicacion. No conocía al autor ni sus o ras y con esto me haz dado un pequeño vistaso de lo que podría encontrar en sus libros.
ResponderEliminarSaludos.