¿Qué es lo
que hace que un libro nos atrape desde la primera línea? ¿En qué
consiste esa cualidad que convierte la lectura en una experiencia
grata y reconfortante? Aprecio como el que más una historia
compleja, con múltiples escenarios y personajes con una rica vida
interior. Sin embargo, la clave radica en la sencillez y la
humanidad; huir de la afectación y la artificiosidad. Nada como un
relato de tono costumbrista en el que aparentemente no pasa nada,
pero que engancha por el modo en que nos identificamos con los
personajes y podemos practicamente sentir palpitar su corazón.
Yoko Ogawa (1962) estudió en la prestigiosa universidad de Waseda y se dedica de modo profesional a la escritura desde 1988, habiendo obtenido importantes galardones y reconocimiento internacional. Sus obras han sido traducidas a múltiples lenguas, entre ellas el español. Su prosa no es proclive a las florituras, ni lo necesita. Construye con detalle mundos plausibles, especialmente el reflejo de la sociedad japonesa contemporánea y el papel de las mujeres.
Yoko Ogawa (1962) estudió en la prestigiosa universidad de Waseda y se dedica de modo profesional a la escritura desde 1988, habiendo obtenido importantes galardones y reconocimiento internacional. Sus obras han sido traducidas a múltiples lenguas, entre ellas el español. Su prosa no es proclive a las florituras, ni lo necesita. Construye con detalle mundos plausibles, especialmente el reflejo de la sociedad japonesa contemporánea y el papel de las mujeres.
Los
elementos principales de La formula preferida del profesor
(2003),
situada a comienzos de los
años noventa, apenas a unos meses del inicio de las olimpiadas de
Barcelona 92, son de un delicioso minimalismo: una madre soltera, que
a través de la agencia de servicio doméstico para la que trabaja,
acaba al servicio de un antiguo profesor universitario de
matemáticas. La agencia que la envía considera al cliente
problemático. A raiz de un
accidente de tráfico años atrás, el profesor sufrió severos daños
en la memoria, que quedó anclada en ese día. En su estado actual,
no puede generar nuevos recuerdos y su memoria a corto plazo dura 80
minutos. Para acordarse de
aquello que considera importante, utiliza un ingenioso sistema de
notas manuscritas enganchadas mediante imperdibles a su chaqueta.
No
tardará en surgir entre ambos una relación de mutuo afecto que se
reforzará con la inclusión de Root (raiz
cuadrada), apodo cariñoso con el que el profesor se dirige al hijo
de la asistenta. Entre los
tres iniciarán un viaje de descubrimiento mutuo, para el que las
matemáticas del profesor servirán de vehículo de
comunicación. Además, el profesor actuará a la vez de abuelo y
padre de Root, con quien comparte también la pasión por el beisbol
(un deporte aburrido, pero maravilloso a la hora de usar la
estadística)
Sencillez
no implica personajes planos y sin matices, ni que no puedan cambiar
las impresiones iniciales. Con el transcurso de la historia, algunos
pequeños secretos casi olvidados de la vida del profesor previa al
accidente se van desvelando. Nada vergonzoso o mezquino, pero lo
suficientemente relevante como para que la aparente mezquindad de un
secundario esencial de esta historia, la cuñada del profesor, pueda
ser vista con nuevos ojos como una expresión de preocupación y de
sincero y puro amor, mezclado con un dolor contenido por verle en esa
situación.
En Japón, la expresión pública de sentimientos no es lo habitual.
Cuenta más en la mayoría de ocasiones lo que no se dice. Para el
lector occidental, los silencios entre los personajes o su hercúlea
resistencia a revelar lo que realmente desean y sienten, se hace
difícilmente comprensible. Pero tienen sentimientos, posiblemente
más valiosos y profundos si cabe, porque su modo de expresión son
antes los hechos que las palabras.
La
ternura que desprende la historia, lejos de convertirla en una
forzada ñoñería
almibarada, es perfectamente
natural y coherente. Cada línea, cada párrafo y cada página, nos
acercan a unos personajes con los que nos identificamos y cuyo calor
podemos sentir. Intuimos la
tristeza por un final anunciado, pero no dramático ni dramatizado,
simplemente el fluir del tiempo y la naturaleza; tristeza impregnada
de un profundo agradecimiento por haber conocido al profesor y
compartido entre todos una especial vida familiar.
El
libro tiene una segunda virtud que le ha valido numerosos premios y
reconocimientos: la divulgación matemática. Así
lo ha reconocido, entre otros, la Sociedad Japonesa de Matématicas
en 2004. Hoy, demasiada gente
huye de cualquier cosa que tenga que ver con los números, dándose
por vencidos antes siquiera de haber intentado comprenderlos. Las
referencias a hitos y personajes conocidos de la historia de las
matemáticas salpican todo la historia, pero buscando crear
curiosidad por ellos y accesibilidad. La
naturalidad con que el profesor relaciona las matemáticas con cosas
tan corrientes como la talla de zapatos de la asistenta o su número
de teléfono conduce a querer aprender más o,
al menos, a reconocer que los números y símbolos matemáticos "no
muerden".
El
libro ha conocido diversas adaptaciones en radio, cómic y cine. Si
ya lo han leido,
les ruego que vean la película de 2006 de Takashi Koizumi. La imagen
mental que tenía del profesor, la asistenta y Root al leerlo, es
exactamente la que me encontré, así
como lo que sentí al ver representadas las escenas y diálogos. Era
un sabor agridulce que no cambiaría por nada.
Y
a ustedes, ¿qué libro les ha inspirado más ternura?
Que ejercicio le puso a root y como lo resolvió?
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