Escuchaba un día en la radio una fascinante encuesta sobre si las personas que no se pronuncian políticamente son de derechas o de izquierdas. La mayoría de los oyentes y de los votantes por Twitter entendían que aquellas personas que no se pronunciaban políticamente por definición eran de derechas. Los argumentos a favor de esta tesis solían coincidir en el hecho de que lo hacían por dos razones: o porque tenían vergüenza por su posición social de reconocer que eran de derechas cuando presuntamente deberían de ser de izquierdas o porque si defendían una posición concreta no sabían cómo argumentarla.
En realidad este es un debate tan estéril como hablar del sexo de los ángeles, que además parte de un importante error de base. Debería tenerse en cuenta que quizá haya gente que no quiera declararse abiertamente de derechas porque la definición o idea de lo que es la derecha la proporciona la izquierda. ¿Qué quiere decir esto? Nada tan simple como que cuando te definen los adversarios es muy raro que lo hagan en los mejores términos para ti. En el particular caso español, por nuestro pasado presente, que cada vez se define de una manera más maniquea, la derecha tiene connotaciones francamente negativas, viniendo a ser una especie de radicales, racistas, xenófobos e insolidarios.
Este es el error a evitar. Derecha e izquierda son simple y llanamente etiquetas para unas opciones políticas que se diferencian poco a día de hoy en los países democráticos. Ni existe una derecha económica extrema de laisser faire, laisser passer, ni salvo casos raros existe una extrema izquierda comunista representativa. La trampa radica en una pregunta a priori simple, como es el posicionarse políticamente, verdaderamente no es tan sencilla cuando una de las partes se ha arrogado una superioridad moral sobre la otra y reservado todas los adjetivos positivos, dejando los peyorativos para la contraparte.
Por si esto no fuera poco, la derecha no es un bloque homogéneo y monolítico, sino que va del liberalismo clásico cuyo máximo representante sería John Stuart Mill (verdadero adelantado a su tiempo y defensor, entre otras cosas, del voto femenino y el papel de la mujer en la sociedad) hasta posiciones netamente conservadoras, que no hay que confundir con represivas. Ninguna de estas personas se siente identificada por la definición que sus adversarios hacen de la derecha; a sensu contrario estoy convencido que más de una vez los votantes más o menos moderados de la izquierda tampoco se sienten muy cómodos reconociendo todos los elementos que presuntamente constituyen su opción política.
La diferencia entre izquierda y derecha no debe ser moral, sino simplemente la diferencia entre poner mayor énfasis en la defensa del espacio público o la defensa del espacio privado. Además, no existe en la actualidad una separación radical entre ambas opciones, sino que la realidad viene a ser una mezcla de ambas.
Así pues si reducimos la cuestión derecha-izquierda a lo que verdaderamente es: una defensa en mayor o menor medida de las libertades públicas o las libertades privadas, liberándolo de connotaciones morales que nada tienen que ver con la pregunta, las personas preguntadas se posicionarían políticamente con facilidad y sorprendiéndose quizá sobre cual es su verdadera opción política.
¿Alguien tiene experiencias interesantes sobre esta cuestión?
Como complemento, recomiendo la lectura de un clásico de la ciencia política del italiano Norberto Bobbio, Derecha e izquierda, en el que examina la persistencia de la dualidad de ambos conceptos frente a la creciente transversalidad de ciertas políticas públicas.
Cuando escuchas a una persona hablar sobre política, ideología...etc y no eres capaz de "ubicarlo" dentro de un espectro politico, es cuando de verdad está hablando de POLÍTICA
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