Joan Lindsay (1896-1984), fue una escritora australiana, procedente de una familia de profunda raigambre artística, que logró irrumpir con fuerza en la literatura mundial gracias a "Picnic en Hanging Rock", una novela con tintes góticos, pero ambientada en la Australia de 1900 en lugar de los típicos parajes húmedos y oscuros del género. Aquí, los horrores transcurren a la luz del día, sin que ello suponga una reducción de la sensación de fatalidad que tiñe el texto.
La historia se centra en la desaparición de tres alumnas y una profesora de un colegio privado situado en el Estado de Victoria, a unos 70 kilómetros al noroeste de Melbourne, durante a una excursión a Hanging Rock. Nunca se sabrá con exactitud lo sucedido, pero afectará de modo indiscutible a la vida de los supervivientes; de un modo extraordinariamente positivo en ciertos casos, pero realmente cruento y trágico en otros. En algunos casos, encontrar respuestas a las desapariciones se convierte en una obsesión, pero eventualmente se logrará pasar página.
La autora, apenas presentados los personajes, deja al lector la facultad de decidir si los hechos relatados son ciertos o no, señalando que la cuestión carece de importancia porque, en cualquier caso, sus protagonistas llevarán muertos mucho tiempo, dado que la acción se desarrolla en 1900. Pese a ello, no falta quien cree que los hechos ocurrieron realmente y, de hecho, forma ya parte del imaginario colectivo australiano. Quien haya visitado Australia, sobre todo zonas rurales relativamente alejadas de grandes poblaciones, lo que no resulta difícil teniendo en cuenta lo reducido de la población y lo extenso del país, habrá podido sentir una indefinida soledad y aislamiento; miedo inclusive ante poder sufrir cualquier eventualidad y que nadie se entere nunca.
Las localizaciones utilizadas, se corresponden con lugares reales. Hanging Rock existe, igual que el Monte Macedon y Woodend. La ubicación de un colegio de neto estilo victoriano en esos parajes, supone una anomalía, pero creíble; un símbolo de resistencia al cambio durante los últimos estertores de un periodo que se alargó casi 70 años. La estricta disciplina del centro, muestra un claro contraste con la tradicional informalidad australiana, menos apegado al sistema clasista británico. Esto explica la existencia de amistades imposibles en otras circunstancias, como la de un joven lord con un mozo de cuadra, que se tratan como iguales y se respetan pese a conocer perfectamente sus diferencias.
At the Hanging Rock (1875), obra del británico William Ford (1823-1884) que es nombrado en la novela. Fuente: https://www.ngv.vic.gov.au/explore/collection/work/5568/ |
Hacía mucho que no me atrapaba de este modo un libro, sintiendo una sensación ominosa ante el destino incierto que sabía aguardaba a sus principales protagonistas, pero incrementado por las ramificaciones en los destinos de personajes vinculados con ellos, por amor, odio u obsesión. La falta de respuestas, ya que la editora Sandra Forbes con buen criterio hizo eliminar el último capítulo a la autora, constituye uno de los grandes atractivos de la obra.
Así lo indicaba el propio Peter Weir, responsable de la adaptación cinematográfica de 1975 del libro, que se ciñó fielmente al original, dotando a la película de la misma atmósfera de misterio, casi onírica en ocasiones. Con una cuidada fotografía, destaca la belleza salvaje de los parajes australianos como marco de una realidad opresiva y casi etérea de la que las protagonistas no podrán escapar. La adaptación de 2018, en forma de serie televisiva de 6 capítulos, se mantuvo sorprendentemente fiel al original, desarrollando algo más las relaciones interpersonales, pasado y motivaciones de los personales, pero generando nuevas preguntas en lugar de dar respuestas.
En España, la obra ha sido editada por la Editorial Impedimenta, en una impecable edición con cuidada traducción.
¿Habéis tenido oportunidad de leerla?
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