Es habitual que un escritor recurra, como fuente de inspiración para crear tramas y dar vida a los personajes, a sus vivencias e influencias literarias; cuantas más sean éstas y más variadas, mayor la posibilidad de atraer al lector, ya sea insertando la acción en el mundo real, o dando rienda suelta a mundos de ficción.
En ocasiones, con una mezcla de lirismo y un uso inteligente del narrador omnisciente, se consiguen pequeñas joyas como el "After dark" de Haruki Murakami (1949). Aunque su ámbito temporal se constriñe a una única noche, con un limitado número de personajes y localizaciones, se logra un gran dinamismo y se abren profundas líneas de reflexión sobre la sociedad japonesa.
Murakami, toca recordarlo, además de melómano declarado, fue propietario de un club de jazz; una trayectoria poco habitual en alguien que estudió literatura y teatro griegos en la prestigiosa universidad de Waseda. Los títulos de muchas de sus obras, incluyendo la que nos ocupa, son nombres de canciones, pero lo interesante es su conocimiento del mundo nocturno; esa parte del día en que parece vivirse en otra esfera.
Cualquiera de nosotros habrá sentido alguna vez esa sensación de extrañeza de visitar un sitio ya conocido, pero en horario nocturno; cambia la gente, el humor y las expectativas; es además el momento de las confidencias y el descubrimiento de realidades que se desea ignorar.
La trama de la novela pasa por una protagonista que, por razones que no quiere revelar, parece desear pasar la noche despierta en algún establecimiento que abra 24 horas, tomando algo y leyendo con desgana. Pero la noche tiene algo mágico que atrapa y te dirige por caminos que no esperabas, y acaban tocándose temas como el lado más oscuro de los célebres love-hotels japoneses, un refugio y cárcel a la vez para clientes y trabajadores, que pasan inadvertidos en un sector donde la discreción es la norma por razones obvias; las mafias de trata de mujeres; y los hikikomori.
Este último es un problema del que se habla poco, pero de gran calado en muchas sociedades asiáticas avanzadas, en que la presión por seguir un camino marcado enormemente exigente, con poco o ningún margen para la individualidad, y obtener ciertos resultados en los estudios y el trabajo, llevan a sus miembros a aislarse en casa, de modo virtualmente indefinido, saliendo lo justo del cuarto para sus necesidades más básicas. Por una mezcla de vergüenza y esperanza que el problema se resolverá solo, las familias no piden ayuda y se ocupan del hikikomori como pueden, que es no haciendo nada normalmente.
Otro modo de escapar de la presión social (o deudas y otros problemas), es directamente desaparecer. Resulta sorprendente lo relativamente sencillo que es dejarlo todo en Japón y esfumarse. Contribuye también que la cultura japonesa se aferre fuertemente a los pagos en metálico, no siendo raro que el salario se pague en mano sin necesidad de cuentas bancarias.
La novela se lee rápido, con ese estilo directo que le caracteriza, y diálogos naturales, mezclados con la figura del narrador omnisciente, que nos da pistas sobre lo que ocurre que sólo se entienden plenamente al final.
¿Qué os atrae más de las novelas de Murakami?
Actualización 24/05/2023: Hoy ha sido anunciado como ganador del premio Princesa de Asturias de las Letras, merecido galardón por su carrera como autor y traductor.
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