La ciencia ficción, al estilo Julio Verne, contiene muchas más ciencia que ficción; el relato se construye alrededor de los adelantos científicos del momento, otorgándole una gran verosimilitud y que al lector le quede la sensación que, de algún modo, podría ocurrir. La labor del escritor es adelantarse al estado de la técnica e ir dos pasos por delante, equivocándose quizá en algunas predicciones, pero acertando con casi un siglo de antelación en verdaderos hitos como el aterrizaje de hombres en la luna.
Sin necesidad de salir del planeta, la biología es otro gran campo de la ciencia ficción, que cuenta con clásicos como "La isla del doctor Moreau" (1896) de H. G. Wells o "El Doctor Lerne - Imitador de Dios" (1908), de Maurice Renard, todavía más oscuro que el anterior, en el que se inspira sin tapujos. Ambos títulos tienen en común situarse en la infancia del desarrollo de la genética como ciencia autónoma, ya que el ADN fue aislado por primera vez en 1869 por el biólogo suizo Johan Friedrich Miescher, su composición química desentrañada en la última década del siglo XIX, y los ácidos nucleicos (la adenina, timina, guanina y citosina que todos hemos estudiado), son descubiertos por el alemán Albrecht Kossel y le valen el Nobel en 1910. La estructura de doble hélice del ADN no será revelada hasta 1953 por Francis Crick y James Watson.
Sirva la anterior introducción para contextualizar "Las Haploides" (1952) del norteamericano Jerry Sohl (1913-2002), un nombre que a día de hoy resulta más bien desconocido, aunque fue responsable de la historia y el guión de varios capítulos de la serie original de Star Trek, además de otros programas de ciencia ficción y misterio del propio Hitchcock.
La historia es simple y puede resumirse en la aparición de una misteriosa plaga que parece cebarse únicamente con los varones, pero no con las mujeres. Gibson Travis, periodista a punto de tomarse un año sabático, es testigo del misterioso intento de asesinato de un anciano que acaba falleciendo con el cuerpo negro y cubierto de heridas, como si se deshiciera desde dentro. La investigación le lleva a descubrir una trama terrorista urdida por mujeres haploides, quienes pretenden terminar con el sexo masculino, al que culpan de toda violencia y guerras, así como aquellas mujeres que no comulguen con sus ideas.
La aparición de plagas en literatura no es algo nuevo, pero siempre resulta muy efectista, ya que la historia humana recoge la existencia de múltiples plagas letales que asolaron continentes enteros, e incluso el uso de guerra biológica en la antigüedad. "La plaga escarlata" (1912), de Jack London, es un magnífico ejemplo que me causó una honda impresión cuando la leí originalmente. Hoy, con un mundo interconectado, ya hemos tenido un reciente susto con la epidemia del coronavirus, de la que no hay que olvidarse porque puede ser sólo cuestión de tiempo que venga algo peor si no se reacciona rápido y al unísono.
El terrorismo tampoco es algo desconocido, pero la novedad aquí es que los terroristas son todas mujeres, y además mujeres haploides, lo que implica que su ADN sólo contiene un juego de cromosomas, en lugar de los dos de las células diploides. Para quien esto no signifique nada, en los mamíferos son haploides los gametos (las células sexuales: óvulo y espermatozoide), que al juntarse en la fecundación producen una célula diploide, el cigoto. El único modo de que una mujer tenga la mitad de cromosomas, es que se haya producido partenogénesis, es decir, que el óvulo se desarrolle sin necesidad de ser fertilizado por un espermatozoide, lo que daría lugar a un clon exacto de la madre, pero estéril.
Lo mejor del libro es la parte científica, que es bastante correcta y adecuada al estado de la genética en el momento en que fue escrito, lamentablemente no puedo decir otro tanto de la construcción de los personajes, especialmente los femeninos, a los que falta profundidad y son tratados de modo muy esquemático. Ciertas escenas de "atracción" que aparecen en el texto, resultan forzadas y de difícil justificación incluso para los estándares literarios de la época. Con todo, no hay que quitar mérito a una historia que sigue teniendo su interés y, con una pequeña actualización, daría para una película.
Lo bueno de comprar en librerías de segunda mano es encontrar libros que, como este de la serie Super Ficción de la editorial Martínez Roca, llevan 40 años descatalogados.
¿Qué título de ciencia ficción reeditaríais si pudierais?
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