El 23 de abril es una fecha señalada para todos los amantes de la lectura, pues se celebra el día del libro; efeméride festiva que sólo se ve empañada la triste realidad de ciertas cifras, como ese 40% de españoles que nunca lee y un porcentaje de lectores (muy) ocasionales, que reducen los lectores habituales a menos de la mitad. Falta de tiempo, motivación, conocimiento u otras causas contribuyen a este panorama. Por si puedo contribuir a sugerir títulos a personas que sientan curiosidad por zambullirse de lleno en la lectura, pero vean tantas posibilidades que no sepan por donde comenzar, aquí van mis lecturas anuales.
Por segundo año consecutivo, he llevado un control y evaluación de mis lecturas, con la intención de aprender más sobre ellas y poder compartir mis impresiones con otros amantes de los libros. 2018 finalizó con 71 títulos y un total de 21.012 páginas, superior al año anterior en ambos casos. Cantidad y calidad no siempre se llevan bien, pero creo poder decir que la balanza queda bastante equilibrada, pues géneros como la ciencia ficción, muchas veces desdeñados y del que soy un lector tardío pero entusiasta, pueden llegar a tener una profundidad sorprendente.
Por segundo año consecutivo, he llevado un control y evaluación de mis lecturas, con la intención de aprender más sobre ellas y poder compartir mis impresiones con otros amantes de los libros. 2018 finalizó con 71 títulos y un total de 21.012 páginas, superior al año anterior en ambos casos. Cantidad y calidad no siempre se llevan bien, pero creo poder decir que la balanza queda bastante equilibrada, pues géneros como la ciencia ficción, muchas veces desdeñados y del que soy un lector tardío pero entusiasta, pueden llegar a tener una profundidad sorprendente.
Este año
destacan, entre las obras que han caido en mis manos, las de ciencia
ficción y la literatura japonesa, junto con títulos folletinescos,
humor inglés clásico, fantasía, ensayo, biografía y algunos de
difícil catalogación.
Asimov ocupa
un lugar destacado en la historia de la literatura con sus más de
400 obras de los géneros más diversos, siendo la trilogía de la Fundación y una buena cantidad de obras basadas en el mismo universo
coherente lo más conocido. Los paralelismos con el desarrollo
histórico de la humanidad son más que evidentes y, sin dejarse
llevar por el optimismo sin límites en el progreso del siglo XIX,
nunca llega a caer en el pesimismo que trajo al género la Guerra
Fria. Siempre hay lugar para el libre albedrío y la esperanza. Cabe
destacar también la trilogía de Caliban, pergeñada junto con Roger
Macbride Allen y con ondas preocupaciones medioambientales.
Orson Scott
Card, uno de los autores vivos de ciencia ficción más reputados,
gracias al universo expandido de El juego de Ender, creo
que puede ser calificado sin lugar a dudas como creador de la ciencia
ficción bíblica con su Saga del retorno,una curiosa
mezcolanza de profecías bíblicas y sociedad tecnológicamente
avanzada que conducen a un viaje al otro extremo de la galaxia y un
nuevo comienzo con crueles guerras intestinas; todo inspirado en el Libro del Mormón.
Algunos
títulos más, que incluyen a Arthur C. Clarke (El viento del sol) y autores de ciencia
ficción rusos (Polux), se colaron entre la ciencia ficción. Choca un poco
como americanos y soviéticos coinciden en el optimismo sobre el futuro sobre premisas diferentes, gracias al desarrollo de la tecnología. Mientras que los primeros recogen de algún modo la doctrina del destino manifiesto y ven la
expansión (hacia las estrellas) como algo positivo y hasta casi deseado por
Dios, los segundos se sienten guiados por el determinismo histórico
marxista y el objetivo de poner fin a la lucha de clases a través de la ciencia. En cualquier caso, un tema de actualidad con lo que parece una cierta recuperación del interés por el espacio y una previsible misión tripulada a Marte en los próximos años.
La ciencia
ficción más feminista vuelve a estar representada por Ursula K. Le
Guin, recientemente fallecida y muy conocida por su vertiente
fantástica con Los cuentos de Terramar, adaptados al cine por el
Studio Ghibli. El mundo de Rocannon y Ciudad de ilusiones nos
transportan a mundos distantes, con sus propias normas y tradiciones, y cuyo equilibrio se ve desequilibrado con la llegada de extraños. Son historias de entendimiento y adaptación a un entorno cambiante.
La literatura japonesa me fascina por el diferente tratamiento de las emociones y de la percepción de la naturaleza y la sensualidad. Es una literatura donde los silencios cuenta tanto o más que lo que se expresa abiertamente y en la que es raro encontrar valoraciones morales negativas o positivas. También es una literatura de extremos: donde se puede darse una total crudeza o llegarse a una ternura que te penetra como una saeta; el ambiente puede ser denso y asfixiante o relajado y placentero. . Hiromi Kawakami, , Sekien Toriyama, Soseki Natsume,
Tras leer el año anterior la tetralogía de El mar de la fertilidad, sentí la necesidad de leer más obras de Yukio Mishima. Confesiones de una más cara y El marino que perdió la gracia del mar coinciden en mostrar la faceta más macabra y siniestra de su obra; la fascinación por la muerte, ocultas tendencias homosexuales y una sensualidad perturbadora forman parte natural del hilo de estas narraciones. El rumor del oleaje, por contra, nos descubre a un Mishima capaz de escribir una novela de amor adolescente más convencional y sin trucos. En todas, sin embargo, ronda la nostalgia por el pasado, la vuelta a unos valores más puros y sin artificios, imbuidos por las enseñanzas del bushido, como modo de superar lo que concibe como la degenración de la sociedad actual.
La mujer de la arena, de Kobo Abe, es una denuncia contra la colectividad y el desarrollo sin freno, que aisla y anula al individuo. La atmósfera viciada y asfixiante de días que se repiten de modo mecánico, nos lleva a un final sorprendente.
Hacía tiempo que tenía pendiente a Yoko Ogawa, y he pagado esa deuda con dos de sus obras: La fórmula preferida del profesor y El museo del silencio. No tengo palabras para describir la honda ternura del primero, lejos de la sensiblería barata, que con una historia sencilla y limitada a pocos personajes nos ofrece la oportunidad de replantearnos lo que de verdad es importante en la vida. El museo del silencio demuestra la versatilidad de esta autora para no repetir fórmula, con una historia que en parte trata sobre el deseo humano de trascender tras la muerte, aunque desde una perspectiva novedosa y una atmósfera en la que se entremezclan la tensión, una cierta placidez, atentados y asesinatos, interactuando un número mínimo de personajes, de cuyas personalidades recibimos destellos de información y quedando en silencio muchas preguntas
Yasunari Kawabata, quien fue amigo y mentor de Mishima y primer japonés en recibir el premio Nobel de literatura, es un ejemplo típico de literatura que busca expresar la sensación más que los hechos, aunque éstos puedan ser descritos de forma descarnada si es necesario. La casa de las bellas durmientes, obra de madurez del autor y dificilmente clasificable, nos ofrece una perspectiva profunda pero radicalmente diferente de lo habitual sobre la vejez y los placeres sensuales; con el fantasma de la muerte flotando en el ambiente. Con ambientes mínimos y contados personajes, crea una atmosfera onírica donde realidad y sueño se entrecruzan y resultan casi imposibles de diferenciar.
Los célebres grabados de yokai de Sekien Toriyama nos ofrecen una muy visual representación de la riqueza mitológica del país nipón. De algún modo, incluso en la vida diaria japonesa moderna, a pesar de todos los avances tecnológicos, existe un lugar para los espíritus, unos más terroríficos, otros absolutamente benignos y festivos como los populares Tanuki (una suerte de tejón) que suelen encontrarse a la entrada de las izakaya (tabernas japonesas).
El cielo es azul, la tierra blanca, de Hiromi Kawakami representa una soberbia muestra del costumbrismo japonés al que estamos más acostumbrados por su cinematografía. La historia relata sentimientos ocultos, el paso del tiempo y la soledad. La acción es lenta, pero plagada de detalles que hay que buscar en las ausencias y los silencios. No estamos ante una mera historia de amor al uso, y no sólo por la dispar edad de los protagonistas, que resulta irrelevante a la postre.
Entre los libros de divulgación científica y ensayo, aparte de la Brevísima historia del tiempo, de Stephen Hawking, que resulta sorprendentemente ligera y asequible al lector medio, gracias al hecho de haber prescindido de las matemáticas en la medida de lo posible, y las cuestiones curiosas de ciencias de ¿El huevo o la gallina? de Carlo Frabetti, me gustaría destacar dos que deberían leerse de forma complementaria: Las fronteras de la Ciencia, de Michael Shermer, y Mala ciencia, de Ben Goldacre. Si el primero viene a tratar la aparición de teorías científicas y la resistencia histórica a lo que ahora consideramos hechos objetivos bien asentados, que fueron considerados heréticos o descabellados. El segundo, permite descubrir los engaños de charlatanes y otros farsantes que, con un lenguaje pseudocientífico y un pésimo uso del método científico, se aprovechan de los miedos e ignorancia de la gente (y de su cartera).
¿Qué es la historia? es cualquier cosa menos una pregunta banal. El papel del historiador no se reduce al de mero cronista externo e imparcial. El historiador es hijo de su tiempo y desarrolla su labor en un contexto y bajo el influjo de unas ideas determinadas. La selección de hechos relevantes historicamente, sin ser necesariamente arbitraria, requiere de una labor de interpretación personal en que el historiador interactua con los hechos. Se establece un diálogo entre pasado y presente. Edward H. Carr supo plasmar todos los matices de la respuesta a esa pregunta en un libro de longitud comedida, ameno y divulgativo.
Mustafa Kemal Atatürk, fundador de la moderna República de Turquía e inspirador de movimientos de liberación nacional y modernizadores como el hindú o el naserismo en Egipto,es una de las figuras más relevantes de la historia del siglo XX. La admiración que despierta su figura, no es en vano. Atatürk logró recomponer y concentrar en la península de Anatolia los restos de un Imperio Otomano fallecido. El coste fue enorme, incluyendo una guerra de liberación nacional contra el eterno enemigo griego. Sin embargo, el desarrollo posterior es innegable. Atatürk dotó de derechos e igualdad a hombres y mujeres, promovió la educación y el papel activo de la mujer en el trabajo, así como que descubriesen sus cabezas; con el abandono del alfabeto arábigo y la sustitución por el occidental, facilitó la alfabetización de la población. Muchos fueron los logros en apenas 20 años, hasta su prematura muerte. No fue un hombre perfecto, pero cualquier demérito palidece ante los retos que enfrentó y superó con éxito, y no en beneficio propio. Andrew Mango ofrece con Atatürk la que se considera biografía definitiva.
La fantasía tiene muchas vertientes, puede estar aderezada de humor, repleta de acción o resultar oscura y sofocante. Un ejemplo de esto último son las Memorias encontradas en una bañera, de Stanislaw Lem, que nos remiten al Kafka más auténtico. Quienes hayan leido, entre otros, El castillo, reconocerán sin problemas los paralelismos; la irrealidad y sensación de estar a merced de fuerzas que se desconocen y a las que no se puede alcanzar. La novela gótica tampoco se queda atrás. Apenas la había tocado, más allá de obras como La caida de la casa de Usher o la parodia escrita por una juvenil Jane Austin, La abadía de Northanger (título que recomiendo encarecidamente. Se reirán seguro), pero finalmente ataqué uno de los clásicos del género, Melmoth, el errabundo, del pastor protestante anglo-irlandés Charles Maturin, que con todos los tópicos del género, nos ofrece una reflexión sobre las paradojas, vicios y debilidades de la naturaleza humana. De algún modo emparentado con la técnica gótica de incardinar historias dentro de otras, Los tres impostores de Arthur Machen narra historias donde desfilan inconcebibles horrores, ocultas y perdidas razas, poderes que sobrepasan la razón y cultos siniestros sólo aparentemente olvidados. No es por casualidad que autores como Lovecraft o Stephen King reconozcan su genio.
Con El señor de Ballantrae, de Robert Louis Stevenson, revivimos lo mejor de la novela de aventuras en medio de un drama familiar, que nos llevará de un rincón del planeta a otro en medio de un siglo XVIII que terminará con enormes y drásticos cambios. Joseph Conrad, contemporáneo que represente de modo más íntimo su pasión por el mar, este es El espejo del mar. Mucho más que una simple novela de temática marina, supone la exposición al desnudo del sentir del hombre de mar.Relacionado de algún modo con el mar, pero enmarcada en la tradición de la literatura de viajes, es La travesía del Pacífico de Mark Twain, que con su humor siempre ácido y mordaz nos pinta un vívido cuadro de la sociedad australiana y neozelandesa de finales del siglo XIX
No puedo ocultar mi predilección por el humor británico, del que P. G. Wodehouse es más que un digno representante. Wodehouse nos traslada al mundo feliz y desenfadado de la alta sociedad británica del periodo previo a la Gran Guerra y durante la Belle Epoque. Por sus obras desfila lo más granado de una sociedad británica acomodada pero no necesariamente ejemplar: jóvenes sablistas que viven de generosas asignaciones mensuales (pero siempre con necesidad de sacar algo más), frecuentan los mejores clubes; nobles de edad madura con afición a las bromas, los cerdos o aspiración de sacar su biografía y revelar la juventud alocada de eminentes miembros de la sociedad (antiguos compañeros de correrías); y, sobre todo, el inimitable Jeeves, ayuda de cámara que todos deseariamos tener.
Más banderas...! de Evelyn Waugh, ofrece un curioso relato humorístico sobre el primer año de conflicto de la Segunda Guerra Mundial, la proverbial calma que precede a la tormenta, lleno de sátira corrosiva y una minuciosa descripción de las clases altas y su ambiente; un libro que revela lo mejor y lo peor de la naturaleza humana.
El recientemente fallecido William Goldman nos legó una frase épica e icónica: "Mi nombre es Iñigo Montoya, tu mataste a mi padre, prepárate a morir".
La princesa prometida es un compendio perfecto de la novela de
aventuras clásica, con espadachines, duelos, situaciones desesperadas,
planes suicidas y victoria final del bien contra el mal. La película que
casi todos hemos visto, y de la cual el propio Goldman fue el
guionista, recoge fielmente un libro que se lee y se vive con la misma
intensidad.
Poco se puede decir de Terry Pratchett. Lamentablemente fallecido antes de tiempo, ha dejado tras de sí una obra que no se puede leer una única vez, sino releer continuamente: brujas metomentodo, magos ineptos, trolls de pensamiento lento, enanos de dos metros, una Muerte que habla en mayúsculas y otros muchos personajes nos hacen pasar horas entretenidos y nos permiten tomarnos la vida de buen humor.
Volver a sentirse pequeño, pero con el conocimiento real de lo que supone ser adulto, hace que la lectura de las aventuras del pequeño Nicolás y sus amigos sea una delicia. El tandem Sempé-Goscinny funcionó como una máquina bien engrasada que daba un producto de calidad y permite que nos riamos igual que hace 60 años, cuando aparecieron por primera vez.
Pequeño y grande se siente uno ante las obras de Hayao Miyazaki y el Studio Ghibli, que han legado para la posteridad obras como Nausicäa y Mi vecino Totoro. Dejando aparte la fantasía, el común denominador que subyace a todas ellas es una profunda humanidad, una poderosa conciencia medioambiental y unas protagonistas femeninas independientes y llenas de coraje. Mi vecino Miyazaki, de Álvaro López Martin y Marta García Villar hace un completo recorrido por su obra que nos aporta nuevas perspectivas y reflexiones.
Resulta curioso como obras folletinescas de hace un siglo pueden mantener su frescura tanto tiempo y además ofrecer al mismo tiempo tanta información rigurosa de su contexo histórico. Gaston Leroux, bien conocido por su inmortal El fantasma de la ópera, retoma con Las extrañas bodas y El Castillo Negro las aventuras del intrépido reportero Rouletabille, quien se ve inmerso en la Segunda Guerra de los Balcanes (junio-julio de 1913). Una trama ágil y dinámica nos muestra un nuevo equilibrio de fuerzas tras la victoria de la liga balcánica en la Primera Guerra de los Balcanes (octubre 1912 a mayo de 1913), con un imperio otomano en franco retroceso y que acabaría perdiendo lo poco que le quedaba de territorio en Europa, salvo una pequeña franja, tras la Primera Guerra Mundial. Como periodista que era Leroux, se le nota bien informado y documentado, lo que hace la acción más verosímil.
Para finalizar, entre las curiosidades, Un notario español en Rusia, de Diego Hidalgo y Los señores chupatintas de George Courteline, nos retrotraen a otro tiempo con mucho humor. Ambos tienen en común la burocracia, el octavo mal de los que asolaron Egipto, cuyo fin es imposible avistar. Hidalgo llega a Rusia en un momento crucial, cuando el paso de la New Economic Policy (NEP) a su sustitución por nuevos planes quinquenales y la férrea dictadura de Stalin está a punto de producirse. Courteline, por su parte, nos muestra la burocracia francesa decimonónica en su máximo apogeo, con una hilarante descripción de los diferentes tipos de funcionario.
Poco se puede decir de Terry Pratchett. Lamentablemente fallecido antes de tiempo, ha dejado tras de sí una obra que no se puede leer una única vez, sino releer continuamente: brujas metomentodo, magos ineptos, trolls de pensamiento lento, enanos de dos metros, una Muerte que habla en mayúsculas y otros muchos personajes nos hacen pasar horas entretenidos y nos permiten tomarnos la vida de buen humor.
Volver a sentirse pequeño, pero con el conocimiento real de lo que supone ser adulto, hace que la lectura de las aventuras del pequeño Nicolás y sus amigos sea una delicia. El tandem Sempé-Goscinny funcionó como una máquina bien engrasada que daba un producto de calidad y permite que nos riamos igual que hace 60 años, cuando aparecieron por primera vez.
Pequeño y grande se siente uno ante las obras de Hayao Miyazaki y el Studio Ghibli, que han legado para la posteridad obras como Nausicäa y Mi vecino Totoro. Dejando aparte la fantasía, el común denominador que subyace a todas ellas es una profunda humanidad, una poderosa conciencia medioambiental y unas protagonistas femeninas independientes y llenas de coraje. Mi vecino Miyazaki, de Álvaro López Martin y Marta García Villar hace un completo recorrido por su obra que nos aporta nuevas perspectivas y reflexiones.
Resulta curioso como obras folletinescas de hace un siglo pueden mantener su frescura tanto tiempo y además ofrecer al mismo tiempo tanta información rigurosa de su contexo histórico. Gaston Leroux, bien conocido por su inmortal El fantasma de la ópera, retoma con Las extrañas bodas y El Castillo Negro las aventuras del intrépido reportero Rouletabille, quien se ve inmerso en la Segunda Guerra de los Balcanes (junio-julio de 1913). Una trama ágil y dinámica nos muestra un nuevo equilibrio de fuerzas tras la victoria de la liga balcánica en la Primera Guerra de los Balcanes (octubre 1912 a mayo de 1913), con un imperio otomano en franco retroceso y que acabaría perdiendo lo poco que le quedaba de territorio en Europa, salvo una pequeña franja, tras la Primera Guerra Mundial. Como periodista que era Leroux, se le nota bien informado y documentado, lo que hace la acción más verosímil.
Para finalizar, entre las curiosidades, Un notario español en Rusia, de Diego Hidalgo y Los señores chupatintas de George Courteline, nos retrotraen a otro tiempo con mucho humor. Ambos tienen en común la burocracia, el octavo mal de los que asolaron Egipto, cuyo fin es imposible avistar. Hidalgo llega a Rusia en un momento crucial, cuando el paso de la New Economic Policy (NEP) a su sustitución por nuevos planes quinquenales y la férrea dictadura de Stalin está a punto de producirse. Courteline, por su parte, nos muestra la burocracia francesa decimonónica en su máximo apogeo, con una hilarante descripción de los diferentes tipos de funcionario.
Sé que ha sido una entrada larga, pero confío en que la hayáis disfrutado y os haya picado la curiosidad para haceros con algún título que no conocierais o tuvierais pendiente. A pesar de haber intentado ser exhaustivo, puedo haberme dejado fuera algún libro, por lo que abajo adjunto el listado completo de lecturas.
Libro | Autor | Páginas |
Pólux. Seis relatos de ciencia ficción rusa | AA. VV | 226 |
Lo mejor de Fantasy y Science Fiction | AA.VV. | 384 |
Limbo | Aldous Huxley | 171 |
Mi vecino Miyazaki | Álvaro López Martín, Marta García Villar | 320 |
¿Qué es la historia? | Andrew H. Carr | 228 |
Atatürk | Andrew Mango | 666 |
Mi vida | Anton Chejov | 218 |
El viento del sol. Relatos de la era espacial | Arthur C. Clarke | 235 |
Los tres impostores | Arthur Machen | 214 |
Mala ciencia | Ben Goldacre | 399 |
Cartas del diablo a su sobrino | C.S.Lewis | 140 |
El huevo o la gallina. Preguntas tontas y respuestas sorprendentes | Carlo Frabetti | 233 |
Grandes esperanzas | Charles Dickens | 524 |
Melmoth, el errabundo | Charles Mathurin | 670 |
Un notario español en Rusia | Diego Hidalgo | 247 |
Más banderas | Evelyn Waugh | 243 |
El Castillo Negro | Gaston Leroux | 279 |
Las extrañas bodas | Gaston Leroux | 285 |
Los señores chupatintas | George Courteline | 142 |
El cielo es azul, la tierra blanca | Hiromi Kawakami | 211 |
La Fundación | Isaac Asimov | 246 |
Fundación e Imperio | Isaac Asimov | 314 |
Segunda Fundación | Isaac Asimov | 314 |
Los límites de la Fundación | Isaac Asimov | 475 |
Fundación y tierra | Isaac Asimov | 395 |
Preludio a la Fundación | Isaac Asimov | 402 |
Cuentos de los viudos negros | Isaac Asimov | 287 |
Hacia la Fundación | Isaac Asimov | 446 |
Los robots del amanecer | Isaac Asimov | 445 |
Caliban | Isaac Asimov/Roger Macbride Allen | 478 |
Inferno | Isaac Asimov/Roger Macbride Allen | 350 |
Utopia | Isaac Asimov/Roger Macbride Allen | 444 |
El silencio blanco y otros cuentos | Jack London | 241 |
Cuentos infantiles políticamente correctos | James Finn Garner | 150 |
Nómadas del norte | James O. Curwood | 181 |
El alma del guerrero y otros cuentos de oidas | Joseph Conrad | 115 |
El espejo del mar La mujer de la arena |
Joseph Conrad Kobo Abe |
208 223 |
La travesía del Pacífico | Mark Twain | 319 |
Las fronteras de la ciencia. Entre la ortodoxia y la herejía | Michael Shermer | 439 |
El antropólogo inocente | Nigel Barley | 235 |
Ender en el exilio | Orson Scott Card | 394 |
Las naves de la tierra | Orson Scott Card | 442 |
Retorno a la tierra | Orson Scott Card | 367 |
Nacidos en la tierra. La saga del retorno V | Orson Scott Card | 507 |
De acuerdo, Jeeves | P. G. Wodehouse | 232 |
Jeeves y el espíritu feudal | P. G. Wodehouse | 193 |
Jovencitos con botines | P. G. Wodehouse | 229 |
El señor de Ballantrae | Robert Louis Stevenson | 257 |
Guia ilustrada de monstruos y fantasmas de Japón | Sekien Toriyama | 456 |
¡Ojo! Con el pequeño Nicolás | Sempé/Goscinny | 395 |
Mi individualismo | Soseki Natsume | 188 |
Memorias encontradas en una bañera | Stanislaw Lem | 221 |
Flora Poste y los artistas | Stella Gibbon | 215 |
Brevísima historia del tiempo | Stephen Hawking, Leonard Mlodinow | 203 |
Brujerías | Terry Pratchett | 282 |
Rechicero | Terry Pratchett | 252 |
El segador | Terry Pratchett | 316 |
El mundo de Rocannon | Ursula K. Le Guin | 154 |
Ciudad de ilusiones | Ursula K. Le Guin | 207 |
The princess bride | William Goldman | 399 |
Lo bello y lo triste | Yasunari Kawabata | 247 |
Kioto | Yasunari Kawabata | 229 |
País de nieve | Yasunari Kawabata | 247 |
La casa de las bellas durmientes | Yasunari Kawabata | 156 |
La fórmula preferida del profesor | Yoko Ogawa | 298 |
El museo del silencio | Yoko Ogawa | 395 |
El marinero que perdió la gracia del mar | Yukio Mishima | 173 |
Confesiones de una máscara | Yukio Mishima | 220 |
El rumor del oleaje | Yukio Mishima | 196 |
Atlas de astronomía. Una mirada al universo | 200 |
aaaaaaaaaaaa
Fantástica aportación. La comparto con idéntico entudiasmo con la que la escribiste para nosotros. Gracias, José Luis ;)?
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